Por César Piñones Cañete y Romina Rojo Donoso
Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC)
Han pasado más de 15 años desde que se publicó en la Región de Coquimbo el libro titulado “Los Humedales no pueden esperar: Manual para el uso racional del sistema de humedales costeros de Coquimbo”. En aquella publicación se relevaba la biodiversidad de nueve humedales lagunares ubicados desde Punta Teatinos, al norte de La Serena, hasta El Estero Pachingo, en la localidad de Tongoy, colocando especial énfasis en su rol dentro de la migración de las aves por la ruta del Pacífico y en las amenazas antrópicas que dichos cuerpos de agua enfrentaban en aquella época y que, lamentablemente, siguen padeciendo en la actualidad.
La cercanía de dichos sitios a las principales ciudades de la región facilitó, en aquel momento, que los centros de investigación locales y los movimientos ciudadanos preocupados por el medioambiente fundaran las bases y primeras experiencias de conservación asociadas a los humedales del norte verde. La perseverancia de diferentes actores ha permitido que se cuente en la actualidad con figuras legales de protección en parte de dicha red de humedales, y que exista también un conjunto de organizaciones ciudadanas que abrazan tanto la defensa activa de estos ecosistemas como la generación de información científica desde la ciencia ciudadana. Tal situación se ha extendido a otros humedales lagunares costeros al norte y al sur de este punto neurálgico, con ciertas confluencias en los procesos y notorias asimetrías en términos de esfuerzos y logros.
Sin embargo, es pertinente señalar que la definición que entrega la Convención Ramsar sobre los humedales es amplia y contiene a una serie de ecosistemas en donde el agua es el elemento clave. Desde terrenos agrícolas de regadío hasta bofedales andinos, los humedales son ecosistemas diversos y generan mosaicos de biodiversidad en los territorios. La región de Coquimbo posee distintos tipos de humedales y, particularmente en su costa, destacan una serie de cuerpos de agua efímeros e inadvertidos, que para la Convención Ramsar son definibles como charcas temporales, vernales o estacionales; pequeños humedales de baja profundidad que se forman en pequeñas depresiones del terreno por acción de las precipitaciones. Este año 2022, gracias a las lluvias del invierno, estos ecosistemas volvieron a latir rodeados de flores propias del semidesierto y, con ello, suscitaron una vez más nuevas interrogantes.
Una primera reflexión podría hacer poca justicia a la presencia de estos ecosistemas en la región de Coquimbo. ¿Deberíamos preocuparnos por humedales que gran parte del año ni siquiera vemos? ¿Son descartables estos sitios en favor de concentrar nuestros esfuerzos en las desembocaduras de ríos y esteros? En relación a la primera pregunta, cabe señalar que un estudio reciente a lo largo de la costa semiárida de la región pudo establecer al menos la existencia de 300 charcas estacionales, por lo que podríamos inferir que existe una alta diversidad de hidroperíodos para estos humedales. Cuando las lluvias ocurren, muchas de estas pequeñas lagunitas logran estar inundadas durante un ciclo anual. Pero muchas no, por lo que más preguntas emergen con respecto a las formas de vida que hacen de estos ecosistemas fugaces su hogar.
En particular, un conjunto de actores hemos estudiado por más de una década las charcas estacionales presentes en la localidad costera de Huentelauquén, en la comuna de Canela (sur de la región de Coquimbo), siendo las aves el componente de biodiversidad más llamativo. Un rico ensamble tanto de aves residentes como migratorias (tanto de Alaska como de la Patagonia) ocupan estos humedales para alimentarse, descansar e incluso nidificar. Son 40 las especies de aves que al menos han sido registradas en 10 charcas de Huentelauquén, siendo el 72,5% residentes y el 22,5% migratorias.
En determinadas épocas del año, y cuando el invierno permite la existencia de la tan preciada agua de lluvia, es posible ver convivir en una misma charca estacional a migratorias boreales de larga distancia como el Playero de Baird (Calidris bairdii) junto al Chorlo chileno (Charadrius modestus), especie viajera de la zona austral. La escena puede ser completada por una Bandurria (Theristicus melanopis), un ave residente de mayor tamaño que las dos anteriores, dando cuenta de la diversidad de formas de vida que pueden albergar estos ecosistemas. Por ello, las charcas estacionales son pequeñas cápsulas en donde se condensan, por algunos instantes, y de manera accesible a la vista, miles de años de historia evolutiva.
En este sentido, otro ejemplo excepcional lo constituye la fauna de crustáceos de las charcas estacionales, la cual ha sido descrita como muy diferente a la observada para aguas continentales chilenas. Un estudio detallado en charcas estacionales de Huentelauquén incluso ha derivado en la descripción de una nueva especie para la ciencia, el crustáceo Lynceus huentelauquensis, siendo este el primer hallazgo para el género en Chile y el decimotercero para América. ¿Se cruzarán las historias evolutivas de las aves que visitan estos humedales con la de este exclusivo habitante de las pozas estacionales de Huentelauquén?
Finalmente, para el componente de las plantas vasculares, globalmente las charcas temporales de Huentelauquén tendrían al menos una riqueza de 107 especies, siendo las charcas más grandes las con mayor riqueza específica, en donde son dominantes las plantas herbáceas. ¿Pueden entonces ser comprendidos estos ecosistemas como islas dentro de una matriz semidesértica?
Las charcas estacionales son también testigos de los cambios climáticos y mucho podríamos aprender si somos capaces de reconstruir el vínculo que las comunidades campesinas han establecido con estos ecosistemas. Sabemos, gracias a la generosa memoria de los habitantes de Huentelauquén, que las lagunas efímeras de esta localidad eran parte integral de la ganadería caprina local, entregando agua y pasto a cabras, ovejas y equinos. Aquello aún se resiste a desaparecer, en un escenario de extrema sequía y variabilidad en las precipitaciones derivada del cambio climático.
Si viajamos más en el pasado, ¿qué tipo de relación establecieron los cazadores-recolectores del Complejo Cultural Huentelauquén con las charcas estacionales? Podemos hipotetizar que estos humedales formaron parte de las rutas de búsqueda de alimento de aquellos primeros habitantes de Huentelauquén, dado que diferentes especies de patos nativos siguen ocupando estos humedales para alimentarse, descansar e incluso reproducirse.
En definitiva, y respondiendo a la segunda de las preguntas planteadas al principio de esta columna, las charcas temporales son también humedales que no pueden esperar, dado que son ecosistemas con pulsos propios, singular biodiversidad e historia natural, y en peligro de extinción debido al cambio climático. Por ello y para el caso de Huentelauquén, más de 15 charcas vernales están adscritas a las figuras de Sitio Ramsar, Important Bird and Biodiversity Areas de BirdLife International y la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras (RHRAP), que actualmente orientan las acciones de conservación en el complejo de humedales de Las Salinas de Huentelauquén.
Sin embargo, en otras zonas al sur de la región de Coquimbo la ciencia y las medidas de conservación no están llegando a tiempo. Estamos siendo testigo de la destrucción de otros humedales efímeros debido al loteo de terrenos para la industria inmobiliaria, la extracción de áridos en áreas de pastizales y la proliferación de micro-basurales. ¿Cuántas nuevas especies para la ciencia podríamos estar perdiendo? ¿Qué efectos tiene la pérdida de charcas estacionales en la ruta migratoria de aves del Pacífico?
Con los esfuerzos que en la actualidad impulsa la ROC en alianza con actores locales, regionales e internacionales, esperamos salvaguardar a estos ecosistemas también de la extinción de la experiencia, esa que se deriva de la indiferencia y el conocimiento superficial de los fenómenos de la naturaleza. Dicha tarea requiere más actores y voluntades no efímeras.
Biografía
César Piñones Cañete es educador del Valle de Choapa. Profesor de Biología y Ciencias Naturales, Magíster en Educación Ambiental. Socio y miembro del directorio de la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC). Actualmente está involucrado en el monitoreo de aves playeras y la divulgación de la biodiversidad presente en Las Salinas de Huentelauquén.
cesarpinones@redobservadores.cl
Romina Rojo Donoso es educadora de Párvulos y Licenciada en Educación. Como amante de la fotografía, se ha dedicado con especial énfasis a retratar el paisaje natural y humano presente en la costa de la provincia de Choapa, particularmente en Huentelauquén y sus ecosistemas adyacentes.