Richard Cudney-Bueno
La vida en la Tierra se originó en el mar y depende de él para su existencia. El mar y sus costas hacen posible que tengamos vida en nuestro planeta. Nos otorgan al menos el 30 por ciento del oxígeno que respiramos, absorben de un 25 a un 30 por ciento de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero, regulan nuestro clima, y proveen de alimento a al menos 3 billones de personas.
En corto, proteger y mantener el capital natural del mar y sus costas se traduce en un bienestar a largo plazo para la humanidad. En este contexto, Chile es un país sumamente importante y privilegiado.
Chile cuenta con uno de los territorios marino-costero más grande del planeta. Para poner esto en contexto, su zona económica exclusiva (el área delimitada a 200 millas náuticas desde la línea de costa) es cuatro veces más grande que su territorio terrestre, y su línea de costa, incluyendo sus islas, excede la línea de costa de todo el este y oeste de los Estados Unidos. Su territorio cubre cinco regiones marinas reconocidas a nivel mundial, incluyendo la corriente de Humboldt, el ecosistema marino más productivo del planeta. En términos de producción pesquera, Chile es el séptimo productor de pesca y sexto en acuacultura a nivel global.
Dos soluciones clave para limitar los efectos del cambio climático y el incremento de gases de efecto invernadero son la protección y restauración de ecosistemas costeros – como arrecifes, manglares, pastos marinos y pantanos que pudieran ayudar a mantener más carbono fuera de la atmósfera – y aumentar el uso de fuentes de proteína bajas en carbono provenientes de pesquerías bien administradas para alimentar a la creciente población de la Tierra. En este contexto, Chile ha dado pasos importantes, no sólo a través del establecimiento de áreas marinas protegidas y medidas de manejo costero, pero también mediante reformas en su política pesquera. Ha designado más del 40% de su territorio marino bajo algún esquema de protección y más del 20% como parques marinos completamente protegidos. Chile también ha formulado medidas de manejo pesquero y acuícola más sostenibles, incluyendo modelos reconocidos a nivel mundial para la gestión de la pesca artesanal a través de la asignación de usos preferenciales del territorio costero, como lo son las Áreas Marinas de Explotación de Recursos Bentónicos (AMERBs) y los Espacios Costeros Marinos para Pueblos Originarios (ECMPOs).
Sin duda, Chile ha sentado bases importantes para el bienestar de sus mares, costas y comunidades adyacentes. Sin embargo, la visión de desarrollo del país sigue basada en una economía altamente extractiva, en gran medida desfasada del cuidado del medio ambiente.
¿Cómo se puede compatibilizar la conservación y la protección del medio ambiente con las actividades económicas y la continuidad productiva del país?
Esto es un problema de enfoque e intención. No hay razón por la cual la protección del medio ambiente esté divorciada de los esquemas de desarrollo de una nación. Todo lo contrario. Una y otra vez estudios han demostrado que la degradación de ecosistemas es un costo creciente para el desarrollo y bienestar de un país. Si la lógica económica se mueve en una dirección, y la lógica por el mantenimiento de ecosistemas saludables se mueve en otra dirección, formamos una ruptura de base en la manera en que nuestras realidades son formuladas, con consecuencias devastadoras a largo plazo. Articulando esta aparente disyuntiva en términos financieros, imaginemos que el medio ambiente es el fondo patrimonial para el futuro de un país, y que el mar y sus costas son componentes fundamentales de este futuro. No existe banquero alguno que piense en drenar su cuenta de ahorro si quiere mantenerse en un estado financiero estable que perdure.
La productividad y el bienestar de un país depende, intrínsecamente, en la manutención, cuidado y regeneración de sus sistemas naturales. Mantener ecosistemas saludables y buscar actividades económicas regenerativas, donde se promueve el bienestar social a través del cuidado y regeneración del medio ambiente, debería ser una parte central del futuro de una nación. Chile cuenta con varios ejemplos alentadores de una economía costera regenerativa, incluyendo el liderazgo de varias comunidades costeras y caletas pesqueras que han tomado acciones puntuales por proteger sus ecosistemas. Estas acciones ahora están rindiendo frutos. No solo han resultado en una mejora de sus ecosistemas costeros, sino también han ayudado a reabastecer pesquerías que dependen de esos ecosistemas.
Chile es un país con una riqueza y belleza costera inigualable. Sus mares y costas proveen una fuente fundamental de alimentos y son la base del bienestar socioeconómico y el desarrollo de millones de chilenos y sus comunidades, juegan un papel preponderante en el sistema energético, producen divisas significativas para el país y podrían producir mucho más a través de actividades turísticas y pesqueras mejor reguladas y más competitivas ante estándares internacionales de sustentabilidad. Sin duda en la última década el país ha dado un paso enorme que sienta importantes bases para mantener este patrimonio. Es hora de establecer nuevos cimientos y construir sobre logros pasados.
Chile puede tener una visión de país que dé testamento a su vasto territorio marino-costero e incorpore en su narrativa de desarrollo la necesidad de impulsar una economía donde la conservación y regeneración de este territorio no sea un pensamiento o una idea pasajera y posterior, sino un punto de partida para el desarrollo integral del país.
Biografía
Richard Cudney es asesor en conservación marina, filantropía ambiental y desarrollo organizacional con 25 años de experiencia trabajando con comunidades costeras, gobiernos, el sector privado y organizaciones de la sociedad civil, académicas y de filantropía en diez países Latinoamericanos y Estados Unidos. Por 12 años dirigió los programas marinos en Latinoamérica de la David and Lucile Packard Foundation. Obtuvo su doctorado en manejo de recursos naturales y antropología cultural de la Universidad de Arizona, y funge como Investigador Asociado del Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de California, Santa Cruz. Vive en la isla de Cozumel, México.