Por César Guala y Annelore Hoffens
Programa Austral Patagonia
Ya era hora. Ecuador, Colombia, Perú, Argentina, entre otros países de la región, llevan un tiempo celebrando cada año su Día Nacional de Áreas Protegidas en reconocimiento al rol que tienen estos espacios para el bienestar ecológico, social y económico de las naciones. Afortunadamente, desde este año Chile también lo hará: por 125 votos a favor, uno en contra y cuatro abstenciones, fue aprobado esta semana el proyecto de Ley que declara como “Día Nacional de las Áreas Protegidas” el segundo sábado de noviembre de cada año.
No podemos sino alegrarnos con esta noticia, porque las áreas protegidas necesitan ser visibilizadas y valoradas como el instrumento de conservación de ecosistemas, desarrollo local y bienestar humano que son. Tener un día nacional dedicado a celebrarlas y reflexionar en torno a sus debilidades y desafíos es, además, del todo consecuente con los pasos que el país ha dado últimamente al aprobarse la creación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas o al constituirse el Comité Capital Natural para la valorización económicas del patrimonio natural del país. Es del todo consecuente, también, con el compromiso de comunidades locales que desde siempre han velado por la integridad de sus áreas protegidas.
Y es que hoy, cuando el planeta clama ayuda para enfrentar la pérdida de biodiversidad y la crisis climática, no podemos hacer otra cosa que valorar y proteger nuestros ecosistemas, nuestra biodiversidad, nuestros parques y reservas nacionales, nuestras áreas protegidas. Hoy, cuando en palabras del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, hemos pasado de la era del calentamiento global a la era de la ebullición mundial, con el impacto que ello tiene sobre miles de personas, no podemos sino invertir recursos y esfuerzos para hacer de las áreas protegidas un núcleo de Soluciones Basadas en la Naturaleza que haga frente a estos cambios planetarios, un refugio para la biodiversidad, una fuente de sanidad mental para sus visitantes y un polo de desarrollo para las economías locales. Todo eso otorgan las áreas protegidas.
El 37% de la superficie de Chile está bajo alguna figura de protección terrestre o marina con un gran potencial de resguardar efectivamente sus valores naturales y culturales. Eso nos da, como país, una tremenda oportunidad de aportar a las medidas y procesos globales de conservación del medio ambiente y adaptación al cambio climático, pero -sobre todo- reviste una enorme responsabilidad porque ese aporte ocurrirá sólo en la medida que las áreas protegidas estén bien gestionadas. Responsabilidad que, por cierto, recae en todos los sectores del país, incluidos nosotros, la academia y la ciudadanía.
Celebramos que las áreas protegidas de Chile tengan -por fin- su propio día, porque sin duda ello contribuirá a posicionar la importancia transversal que tienen para la sociedad, y a profundizar en el rol que cada uno debe asumir (todos los días) para su pleno desarrollo. Esperamos que el 11 de noviembre, primer Día Nacional de las Áreas Protegidas en la historia de Chile, seamos muchos los que las visitemos y disfrutemos de sus bosques, montañas, ríos o mar, conectados con la naturaleza y la sanación que ésta nos otorga. Así empieza su protección.