Por Tomás Moggia Cárdenas
Justo antes de cruzar el puente que separa a Maitencillo de La Laguna de Zapallar, un desvío que podría pasar fácilmente inadvertido conduce hacia el interior, lejos de las playas que cada verano atraen a miles de visitantes. Apenas unos metros más allá, el camino se interna por el lecho seco e intervenido del estero La Canela, uno de los últimos afluentes del estero de Catapilco, cuya desembocadura hoy se encuentra protegida como humedal urbano.
Al poco andar, una reja nos separa de nuestro destino: el primer centro de rehabilitación de chungungos (Lontra felina) de Chile. Ubicado junto a una casa blanca que se encuentra en la que probablemente sea su última fase de remodelación, este espacio cerrado cuenta, entre otras cosas, con dos piscinas de agua salada, bodegas con equipamiento de diversa índole que incluye desde una incubadora hasta un sistema de bombas, y una caseta elevada que permite observar a las nutrias marinas desapercibidamente.
Para Javier Trivelli y su equipo este es un día especial. Y es que la inauguración de este centro de rescate, rehabilitación y reinserción de chungungos coincide con el lanzamiento de Fundación Lontra, una organización no gubernamental que nace con la misión de repoblar con esta especie las costas de Chile. Un hito importante dentro de una historia de unos 15 años marcados por la pasión y el compromiso con los chungungos y los ecosistemas marino-costeros de la zona centro del país.
Lecciones y aprendizajes
Javier Trivelli intenta sacar la cuenta a la rápida y estima que desde 2008 que ha estado trabajando con chungungos. Pero fue en 2017 cuando todo se intensificó: recibió una inesperada llamada de un funcionario del Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (SERNAPESCA) para que se hiciera cargo de un ejemplar proveniente del norte de Chile. Al principio dudó y puso resistencia. Sin embargo, le tocaron el corazón diciéndole que si no la recibía podía darla por muerta. Entre la espada y la pared, terminó por aceptar, y esa decisión terminaría marcando su vida.
“Con ‘Changuita’ aprendí un montón. Fueron dos años tremendos con ese chungungo”, cuenta el ingeniero en recursos naturales renovables. En ese proceso de constante aprendizaje, de mucho ensayo y error, realizado bajo el alero de la organización Chinchimén, Trivelli y otras personas de la ONG comenzaron a levantar información clave, hasta ahora desconocida, sobre la especie. “Y ahí -dice- empiezan a nacer todas estas ideas sobre cómo eliminar al humano del proceso de rehabilitación”. Esa es justamente una de las posibilidades -antes impensada- que entrega el nuevo centro de rehabilitación de chungungos, cuyos costos operacionales ascienden a alrededor de $700.000 pesos mensuales.
Después de Changuita vino Kalfu. Fueron dos años de rehabilitación, acompañada luego de una reinserción exitosa que la mantuvo libre durante dos años y medio, hasta que volvió, después de un largo periplo, a reproducirse a Maitencillo. Lamentablemente, sus crías no sobrevivieron.
“Tuvo la mala suerte de haber llegado a un lugar con mucha gente y le empezaron a proveer alimentos, por lo que todo el trabajo que se hizo vuelve un poco a fojas cero”, sostiene el cofundador de Fundación Lontra.
Hoy Kalfu es una de las dos ocupantes del centro de rehabilitación, pero no está sola. A Kalfu la acompaña Truman, una nutria que apareció en el sector de Punta Lunes en Horcón hace poco más de un año. Por él se aceleraron los planes de construcción, y también tiene un enorme desafío: aprender a reinsertarse y ayudar a repoblar la zona de chungungos.
Reottering Chile
Las lecciones y aprendizajes de las experiencias con chungungos como Changuita, Kalfu y Pellín permitieron levantar el primer centro de rescate, rehabilitación y reinserción de chungungos de Chile. El sitio cuenta con dos piscinas: una más pequeña, con una diversidad de fauna marina con fines alimenticios, y otra más grande, con el espacio suficiente como para incentivar el nado y los juegos junto a unas rocas que simulan la costa rocosa, su hábitat predilecto.
Estos “gatos de mar” destinan mucho tiempo a acicalarse dado que no tienen grasa como los lobos marinos. Como depredador tope del intermareal, se alimentan de equinodermos como los erizos y las estrellas de mar, de crustáceos como los cangrejos y las jaibas, de peces litorales e, incluso, de aves. De hábitos solitarios y territoriales, pesan entre 3 y 5 kg, y se estima que comen cerca del 30% de su peso al día. Por eso uno de los principales desafíos de Fundación Lontra es lograr que estos chungungos naden de espaldas, sin necesidad de volver a la costa, allí donde se encuentran sus principales amenazas.
“Nuestras nutrias no nadan de espalda y eso es fundamental, porque cada vez que atrapan algo de mayor tamaño tienen que nadar a una roca a comer y después volver a nadar al sitio donde estaban cazando. No sabemos cómo enseñarle… La idea es tener un centro con juegos para que puedan practicar las habilidades de girar. Es vital que logren hacer esto para que cuando estén mar adentro puedan comer de espaldas, porque si vuelven a la orilla a comer gastan energía y se exponen”, explica Carolina Yañez Rismondo, cofundadora de Fundación Lontra.
La ausencia de chungungos en la costa es señal de alerta. Como suele decir Javier Trivelli, el chinchimén es una especie emblemática y su presencia es un indicador de que se está en un ecosistema marino-costero sano. Los relatos de antiguos naturalistas dan cuenta de una abundancia de nutrias hasta el siglo XIX, pero en la actualidad su distribución a lo largo de la costa del Pacífico es irregular desde el norte de Perú hasta Tierra del Fuego. De hecho, la especie es poco común en las regiones de O’Higgins, Maule, Ñuble y Biobío, y se encuentra catalogada “En Peligro” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Sus poblaciones disminuyeron abruptamente debido a la caza para el comercio de pieles, actividad que hoy se encuentra prohibida. Hoy las amenazas son otras: la pérdida y degradación de su hábitat, la competencia por la captura incidental y accidental, la caza ilegal y los ataques de perros con o sin dueños.
“Fundación Londra nace con esta idea de crear una organización profesional que se especializa en armar proyectos colaborativos, porque para lograr la conservación del chungungo necesitamos que todos estén encima, tanto el sector público, el sector privado como la ciudadanía en general. Este es un proyecto que busca convocar y motivar a miles de personas por la conservación y la restauración de las zonas costeras”, dice Trivelli.
Parte del trabajo de la organización con foco en las nutrias de mar también apuntará a la educación ambiental y a implementar programas de investigación y monitoreo que permitan proponer medidas de manejo para disminuir las amenazas que recaen sobre los chungungos, restaurando sitios degradados y reconectando el flujo genético de la población nacional. El sueño es ver las costas de Chile con abundantes nutrias, tal como lo hicieron naturalistas como Charles Darwin.
"Fundación Londra nace con esta idea de crear una organización profesional que se especializa en armar proyectos colaborativos, porque para lograr la conservación del chungungo necesitamos que todos estén encima, tanto el sector público, el sector privado como la ciudadanía en general. Este es un proyecto que busca convocar y motivar a miles de personas por la conservación y la restauración de las zonas costeras"